Me pregunto si realmente está dormido o si es que cierra los ojos y hace como que duerme, para aislarse de las cosas de los humanos. Y sí, lo reconozco, algunas veces me tienta la idea de pensar "¡Quién fuera perro!"
Si uno se encuentra con una pared blanca en la que se refleja la potente luz de mediodía, cómo va a resistirse a convertir en silueta al hombre del teléfono.
Hace unos días leía en un blog amigo (www.fotosqueimportan.com), que "todo sucede en la calle, el pulso de la vida, las emociones..." No descarto que esa sea la razón por la que he reparado en esta foto al repasar mi archivo. No puedo estar más de acuerdo. La calle contiene el pulso de la vida. Seguramente sea por eso por lo que, cuando salimos con la cámara a la calle, dirigimos nuestro objetivo hacia la gente. Quizás todo es una ilusión, un vano intento de atrapar ese "pulso de la vida" en un rectángulo de dos por tres. Y si te encuentras con algo que altera el habitual discurrir de la ciudad, por ejemplo, unas estudiantes de bellas artes dibujando un monumento, preparas la máquina de atrapar momentos, porque sabes que se producirán interacciones que no se darían si no estuvieran ellas. Si tengo que elegir entre un monumento y una escena callejera, elijo sin dudarlo la segunda. Los monumentos están, pero las cosas suceden. Y me interesa, sobre todo, lo que suced
Las cámaras de fotos no pueden registrar los pensamientos, solo la luz. A menudo sucede, que lo que la cámara no alcanza, lo completa el espectador con su imaginación. Los seres humanos tenemos disposición a imaginar qué estarán pensando otras personas. Es un impulso de nuestra capacidad de percepción y disfrutamos con él. Teoría de la mente, se llama en psicología. Y sí, cómo resistirse a imaginar qué puede estar pensando alguien que, en una noche de abril, está sentado en una fuente con la mirada perdida.
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